La noticia de que Taylor Swift no protagonizará el espectáculo de medio tiempo del Super Bowl LX en 2026 ha generado sorpresa, pero la razón no radica en agendas o desacuerdos creativos. El punto de quiebre fue puramente contractual, un enfrentamiento entre el modelo de negocio tradicional de la NFL y las demandas de una artista que busca redefinir su valor en términos legales y de propiedad intelectual.

El Modelo Estándar de la NFL: Pago por «Exposición»
Para entender la postura de Swift, es crucial analizar el contrato estándar que la NFL ofrece para el Halftime Show. Contrario a lo que muchos podrían pensar, los artistas no reciben un pago o caché por su presentación. El acuerdo se basa en un intercambio: el artista ofrece una actuación de calibre mundial y la NFL, a cambio, le otorga una plataforma con una audiencia global masiva. La liga sí cubre todos los costos asociados a la producción del espectáculo, que son extremadamente altos —el show de Shakira y Jennifer López en 2020 costó 13 millones de dólares—, así como los gastos de viaje del equipo del artista.
Este modelo se sustenta en que la «exposición» mediática se traduce en beneficios económicos tangibles para el músico, como un aumento drástico en la venta de canciones y boletos para giras. Por ejemplo, las ventas de Maroon 5 se incrementaron en un 434% tras su show de 2019. La cantante Mary J. Blige lo resumió en 2022: “Te pagarán por el resto de tu vida después de esto”. Este sistema, financiado por un patrocinador principal como Apple Music (que firmó un contrato de 50 millones de dólares anuales), ha funcionado durante décadas con las estrellas más grandes del mundo.
Las Condiciones de Swift: Más Allá de la Exposición, Hacia la Propiedad
Taylor Swift, sin embargo, desafió este paradigma. Fuentes de la industria musical señalan que para una artista de su magnitud, el argumento de la «exposición» es obsoleto. «Ella quería un contrato que reflejara su valor», afirmó un ejecutivo musical. No se trataba de pedir favores, sino «respeto».
Las negociaciones fracasaron cuando Swift planteó condiciones contractuales inéditas que la NFL no estuvo dispuesta a aceptar. Según el periodista Rob Shuter, las demandas específicas de la cantante fueron dos:
- Propiedad Total de la Grabación del Show: Swift solicitó ser la dueña de todos los derechos del metraje de su actuación. Esta cláusula es fundamental, ya que le habría permitido recibir regalías cada vez que la presentación fuera difundida en cualquier plataforma, dándole control total y un beneficio económico a perpetuidad sobre su propio espectáculo.
- Espacios Publicitarios Gratuitos: Además de los derechos de propiedad, se reporta que Swift pidió tiempo de publicidad sin costo durante la transmisión del evento para promover su música y otros proyectos personales.

El Desenlace: La NFL se Aferra a su Modelo
La NFL rechazó estas condiciones, lo que provocó el fin de las conversaciones. La decisión subraya una rigidez en el modelo de negocio de la liga, que prefiere mantener el control total sobre el contenido y los ingresos publicitarios del evento. La responsabilidad final de estas decisiones recae en Roc Nation, la empresa de Jay-Z encargada de supervisar el espectáculo de medio tiempo.
Expertos de la industria consideran que la negativa de la NFL es una oportunidad perdida, argumentando que la situación es inversa al modelo tradicional: «Ella no necesita el Super Bowl. Pero el Super Bowl la necesita a ella sin duda. Sin Taylor, es solo otro espectáculo de medio tiempo».
El rechazo de Taylor Swift no solo deja vacante uno de los escenarios más codiciados del mundo, sino que también sienta un precedente. Pone sobre la mesa un debate crucial sobre el valor, la propiedad intelectual y las condiciones contractuales en una era donde los artistas de élite ya no dependen de las plataformas tradicionales para mantener su relevancia global.
































































